Los detectores térmicos nos detectan por el principio calorimétrico. La medida se realiza a partir de la disipación que produce la circulación del fluido sobre un bulbo calefactado. Este sistema supone una gran seguridad en la detección ya que no hay ningún movimiento mecánico que pueda deteriorarse.
Así mismo es un sistema que permite el trabajo en altas presiones dado que el sistema está totalmente cerrado.
Los modelos FS100 y EFK son los equipos más habituales para líquidos.